Puedes leer sobre la pérdida, el duelo y sobre mucho más en relación al tema pero jamás nada podrá aliviar al cien por cien lo que experimentas con TU pérdida. Porque es algo tuyo, muy personal, con muchos matices y muchas emociones. De repente la Caja de Pandora cerrada a cal y canto se abre para dejar salir cosas que ni tan siquiera sabías que estaban ahí o no las recordabas. Emocionalmente aparece el caos, todo queda mezclado y teñido con matices muy dolorosos. Los buenos recuerdos pasan inmediatamente a resultar tristes porque sabes que no se podrán repetir jamás. Pensar en la persona que se ha ido duele. Duele por ti, que sigues aquí sin esa persona y por quien se fue porque dejará de vivir una serie de experiencias que os ilusionaban. De repente puedes sentir rabia, ira, dolor de todo contra Dios, contra quien ha fallecido incluso y contra ti mism@ porque a menudo pensamos que podríamos haber hecho algo que no hicimos. Aparece la depresión, la tristeza por no haber abrazado, besado o dicho algo. Y así una serie de emociones que nos provocan un nudo en la garganta y el estómago. Nada tiene sentido y funcionamos en modo piloto automático. Vamos a la deriva. Así nos sentimos. Intentamos tomar el timón pero lo conseguimos a ratos y sin tener muy claro hacia donde nos dirigimos.
Lo cierto es que la pérdida por fallecimiento de un ser querido es dura. Pero piensa en las múltiples pérdidas que existen. Es interesante el concepto de tu niño o niña interior y como vive y anida en ti y cómo de repente lo descubres un día. Lo tenías descuidado o descuidada y no está bien. Te das cuenta que ese descubrimiento te abruma de repente y no acabas de entender porque. Es muy importante contactar con ese niño o niña interior.