Escalando la Torre Agbar de Barcelona
Con mi taza de café…
Recuerdo esa sesión en la que expliqué aquel sueño en el que pertenecía a una tribu de seres gigantescos pero de muy buen corazón. Seres capaces de escalar sin miedo y con grandes habilidades. En ese sueño, llegando a la cima sujetando a mi hijo con una mano y con la otra ayudándome en el ascenso, de repente ante mí caía mi mujer que iba más adelantada que yo. Sí, en esa vida yo era un varón y tenía descendencia, cosa que por aquel entonces no era real aún. Se me planteó un gran dilema: si quería salvar a mi mujer debía soltar a mi hijo. Aquella encrucijada me hizo despertar con muy mal cuerpo. ¿Quién es capaz de decidir sobre algo así? La respuesta es que en algún momento de la vida nos encontramos con situaciones parecidas, no siempre tan complicadas pero sí en las que cualquiera de las elecciones que hagamos nos llevarán a algo desagradable. Pero son situaciones en las que nos vemos obligados a elegir.
El análisis de ese sueño me llevó a otro sueño anterior en el que éramos seres bajitos pero con una inteligencia e intuición espectacular. Físicamente todos éramos iguales pero nuestro interior era lo diferente. Venía un ser especial, un Maestro que debía seleccionar a unos cuantos y con solo mirarnos conocía nuestro interior. En esa época o en ese planeta, luchábamos por el agua, era el gran tesoro. Y de ahí que enlazara este sueño con el anterior.
Con esto empezamos a trabajar sobre el simbolismo del agua, las diferentes cualidades de cada una de las tribus y para qué servían. Todo ello analizado desde mi punto de vista y trasladado al momento que estaba viviendo. La psicóloga me señalaba puntos sobre los que no había sido consciente y hacía que me los cuestionara. Cada pregunta me llevaba a otro lugar, a otro sueño, a otra reflexión. Y así fui entrelazando sueño e informaciones que me permitían entender el momento presente que estaba viviendo. Jamás pensé que los sueños pudiesen darme tanta información sobre mis preocupaciones, vivencias y emociones.
Ese día en la sesión aprendí muchísimo pero también descubrí algo que me interesaba: la interpretación de los sueños. Y ahí yo, que disfruto aprendiendo, busqué un curso de interpretación de sueños. Es curioso que lo que más recuerdo es a ese profesor que fumaba mientras nos enseñaba. Recuerdo que encendía un cigarrillo y tras unas cuantas caladas impulsivas lo apagaba a la mitad para inmediatamente encenderse el siguiente y hacer lo mismo. Creo que me parecía tan curioso aquello que no he logrado olvidarlo. Y ahora que está prohibido fumar en tantos sitios me parece impensable que años atrás alguien pudiese dar clases fumando.
Los tiempos cambian pero lo que se mantiene son las cosas que aprendimos y nos fueron útiles en su momento, porque con la práctica las convertimos en hábitos. Y te aseguro que el hábito de analizar los sueños es una gran herramienta de autoayuda.