Hoy quiero explicarte un cuento, que recuerdo, pero seguramente no sea exactamente igual que el original. Lo importante es el mensaje y espero que te guste y que te sirva para sacar tus propias conclusiones.
Había una vez, en un mundo en el que todo era posible, en el que la materia podía transformarse con facilidad. Dos seres se encontraron en un laberinto, y uno de ellos estaba locamente enamorado del otro, estaba dispuesto a todo lo que su amado le pidiese por conseguir su amor. Le pidió que se desnudase y así lo hizo, después le pidió que le entregase un pie, luego el otro, una mano, la otra y así hasta que solamente quedó una parte muy pequeña de él. Entonces el ser objeto del amor le permitió acceder a su corazón. Pero el ser que había hecho todo eso por lograr su amor, se dio cuenta que ya no era el ser que era al principio. Y de esa manera fue consciente que ese otro ser no le quería a él como el ser que era sino el ser en el que le había convertido. Y así fue como se dio cuenta que aquello no era amor. Que había dejado de ser él mismo por lograr que otro le quisiera y que ya no sabía quien era, ya no se reconocía a sí mismo.
Parece que a menudo hacemos tantas cosas por los demás que acabamos actuando como una especie de marionetas. Quien nos quiere lo hace de la manera que somos, sin intentar cambiarnos.
No confundamos esto con la convivencia y la negociación pues como seres sociales que somos a veces es normal e incluso sano hacer cosas por los demás dejándonos en segundo plano. Pero tenemos que tener claro que esa no ha de ser la tónica general de nuestra vida, pues de esa manera es posible que perdamos de vista quien somos realmente y que es lo que queremos.
Recuerda que cambiar para gustar es importante siempre y cuando sea a nosotros mismos a quien queramos gustar.